#LoNormalEsUnVuitton


Este viernes 13 de enero la Alcaldesa de Valencia, en referencia a los contenidos de una conversación escuchada en el juicio contra F. Camps, declaró una frase que encierra gran valor descriptivo de la actual relación político-ciudadanía: «Un bolso de Louis Vuitton es un regalo absolutamente habitual, (http://www.elpais.com/articulo/espana/Rita/Barbera/bolso/Louis/Vuitton/regalo/habitual/elpepuesp/20120113elpepunac_5/Tes).
El impacto de las declaraciones fue tal que en Twitter se creó el hastag #LoNormalEsUnVuitton en el que se opinaba con ironía sobre el tema. Sin entrar a valorar la cuestión ética sobre la admisión de regalos de los cargos públicos, la frase pone de manifiesto un mal endémico de cierta parte de la clase política española. Teniendo en cuenta que se está hablando de un regalo, un bolso, que puede llegar a costar hasta 5000 Euros, cuando un Vuitton es algo normal para un político es que su distancia con la realidad social sobre la que legisla ha sobrepasado los límites de lo aconsejable. Este ejemplo marca la separación entre los problemas de los ciudadanos y la forma de vida de los políticos y el alejamiento de la base social que representan, que es lo que legitima su propia existencia.

Rita Barberá y su bolso L. Vuitton

La esencia del sistema de partidos se articula sobre la función de representación de los intereses de los ciudadanos que estos realizan. Los partidos políticos se entienden como un vehículo transmisor de la voz de los ciudadanos en el Parlamento. Estos partidos se integran por ciudadanos que en un momento determinado de su vida pasaban a ser protagonistas legislativos de la sociedad. Venían del pueblo, conocían su problemas, su día a día y en función de ese bagaje, ideas políticas y experiencia propia proponían soluciones a los mismos. Ahora eso ha cambiado, esos políticos que partían del pueblo, lo comprendían y eran participes de los problemas sociales, entienden como algo normal un Vuitton. Su vida ha cambiado totalmente y su identificación personal está más cerca de una determinada elite social que del pueblo al que dicen representar. Parte de la clase política vive en una línea paralela a la sociedad con la que nunca se cruza, con problemas e intereses propios que marcan su actuación publica. A ojos de los ciudadanos se mueven y representan a sí mismos y no al pueblo que deberían servir.

Esta pérdida de credibilidad es la principal causante de la desafección política reinante en nuestro país. Los ciudadanos no ven a estos políticos y la política, antaño representantes del pueblo, como una herramienta para resolver sus problemas diarios. Al contrario, los ven como un de los principales problemas como demuestran los diferentes estudios realizados por el CIS (http://www.publico.es/381119/la-clase-politica-como-problema-bate-su-registro-historico-mas-alto).

Porque cuando un Vuitton es lo normal se pierde la visión de la realidad de los ciudadanos ¿alguien se imagina que quien entienda que tener un Vuitton es lo normal puede comprender los problemas que se plantean al vivir con el dinero del Salario Mínimo y legislar sobre su cuantía? Recordamos este video:

Duran i Lleida en el Palace

Consecuencia directa de todo esto es la desafección anteriormente mencionada, pero a medio plazo puede tener derivaciones aún más peligrosas. Emergen salvapatrias que se erigen en regeneracionistas de la política así entendida, que renuncian a la ideología como principio de acción política y que no comparten las principales esencias sobre las que se sustenta el sistema democrático. Personas que hacen de las cuestiones aquí planteadas argumentos para desprestigiar a la clase política y articulan su demagógico discurso sobre las mismas para ganarse el apoyo ciudadano. La historia está llena de ejemplos.

En definitiva la afirmación de la Alcaldesa Popular de Valencia muestra que una parte dela clase política, y enfatizo en que sólo me refiero sólo a una parte, se ha convertido en una elite ensimismada en su propia existencia, sus propios problemas para la que los ciudadanos son el elemento necesario que garantice su situación de privilegio. Cuando hoy se pide, precisamente, la mayor conexión de las bases con los partidos y los políticos se está hablando de esto. Partidos y políticos empáticos que recuperen el espíritu de servicio público, que sientan los problemas de los ciudadanos como propios y hagan de la lucha por la justicia social el motor de su acción política y no la defensa de sus intereses o las imposiciones de según que Agencia de Calificación de Riesgo u otro poder financiero. Esta es la solución a la acusación del “no nos representan”. En la propia política, partidos y políticos, está la solución y hoy más que nunca se necesita una democracia fuerte compuesta de partidos y personas que defiendan con vehemencia a los ciudadanos frente a los elementos que atacan las libertades y derechos que la fundamentan.

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